Stella Rittwagen no es solo un nombre. Tampoco una marca, ni si quiera un lugar o una estética, sino una manera de hacer las cosas. Todo lo que se ve relucir es un simple efecto óptico. Estela López Cañete, “la de verdad”, no es más que una diseñadora española que vive a riendas entre la nostalgia y la innovación, nacida y crecida en Málaga, desde dónde aún a día de hoy sigue desplegando todo su imaginario por las costas andaluzas y aquellos rincones donde el aire mediterráneo no deja una esquina sin barrer.
Han pasado muchos años desde que diese forma a un proyecto que nacía, ahora, cerca de 12 años atrás. Una marca sin pretensiones donde nada es eterno más que la pasión por el trabajo bien hecho y la ilusión de seguir conectando personas a través de la creación, el momento presente y la vida buena. Lo que se esconde detrás de un nombre, un nombre que ha sobrevolado los picos más verdes y altos de las colinas y buceado las frías y agradables corrientes que se articulan bajo el mar, no es una estética; ni si quiera una marca en el término más arcaico de la palabra, sino un mensaje : “Disfruta, disfruta de tu gente, de tu época, de tu mundo. Disfruta de lo bueno y de lo malo. Todo tiempo tiene su encanto y el nuestro es aquí, ahora”. Por eso, Stella nunca se ha alejado de las raíces que dan forma a un nombre cuyo contenido engloba mucho más de lo que resuena.
Y vuelta al punto de origen. Una personalidad que se convierte en un ente autónomo. Un carácter que se traduce en la artesanía y el mimo por los demás y por una misma. No hace tanto que una diseñadora joven, con un talento insaciable, se lanzaba a confeccionar sus propias piezas de bisutería para venderlas en la playa de la Carihuela, entre barcas y espeteros. Lo que nadie podía esperar es que solo unos años después, la misma persona, con el valor del que se embarca en un nuevo viaje (aunque a veces eso te termine llevando a hacer las locuras más divertidas, como verte conducir un camión cargado de tus pequeñas creaciones camino de un futuro mejor), terminaría vistiendo con su firma a iconos de la industria española como Eva González, Paula Echevarría, Eugenia Silva o Pilar Rubio.
Aún así, la estructura no ha cambiado. Un negocio familiar, donde la unión y la confianza sigue primando por encima de cualquier cosa. Quizás ese sea el secreto que ha llevado “la Estrella” a lugares de todo el mundo. Desde tener presencia internacional en diversos países como Portugal, Italia, Panamá, Ecuador o Miami, hasta hacerse hueco en las grandes mecas de la moda como París y Tokio. Y todo sin abandonar el recuerdo de lo que te transporta al lugar de donde todo procede. Málaga, la sal y el sol. Los niños que juegan en las plazas, los barcos que tiran sus redes y el sonido de una guitarra que alegra las caras de un chiringuito en la arena.
Todo cuanto se ha hecho y se ha visto, es solo el principio de un camino que aún está por recorrer. Desde que el Flúor y el Satchel se hizo eco en unas carteras de colegio de los años 50, hasta los capazos elaborados a base de color, diversión y espíritu veraniego; el proceso de construcción de una identidad no ha dejado pasar de largo los pilares que forjan una de nuestras frases favoritas : “El contenido de un lugar en la forma de un producto”.
Un lugar donde la vanguardia y la fugacidad de la tendencia siempre dejan espacio para lo único e inmortal. Donde el diseño y la calidad conjuga con la tradición. Donde la exigencia propia de un buen resultado nunca le suelta la mano a lo artesano y genuino. Dónde lo antiguo da paso a lo nuevo. Donde el impacto en el otro se busca a través de reinventarnos. Donde el lino, el crochet o la piel se autoimponen esa dosis de humildad para concienciar a través del cambio y los círculos sostenibles. Un lugar parecido a Málaga.
Porque hay algo que nos apasiona, algo que nos hace huir de la monotonía y lo cíclico, algo que nos hace buscar nuevos caminos de expresión a través del lenguaje de la moda y la personalidad que no perece. Y eso, eso sí que caracteriza a Stella Rittwagen, no solo a la persona, sino también a “la marca”.